Dios observó desde el cielo como sus hijos luchaban contra las desdichadas criaturas de su antagonista. Mefistoteles rió con fuerza desde el inframundo, y como en una partida de ajedrez, ambos seres divinos movieron sus piezas mortales, en una interminable y caotica partida.
El bien y el mal, quedaron ahora suspendidos en aquella larga partida.
domingo, 16 de mayo de 2010
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