El mercado rebosaba por el gentío, la suciedad y la inmundicia se extendia por las calles, el olor del pescado podrido, la carne colgada en los puestos, el sudor de la gente, la fruta pasada; era insoportable. Hoy tenian que recoger sus puestos pronto, pues los fieles monjes cristianos habian encontrado a otra bruja, y cuando el sol se posara seria quemada en la plaza bajo la atenta mirada de Dios. La emocion del acto rebosaba entre la multitud, los preparativos estaban listos, una grada montada con tablones se levantaba ante el altar en el que se quemaria la bruja. En él se encontraban las figuras mas representativas de la región, el oriundo abad que acariciaba su gran rosario rezando a Dios con una gran sonrisa, a su lado, el señor feudal, un gran devoto y siervo del señor, que residia en la gran fortaleza de la montaña que llevaba su apellido, Rosenoir. En el centro, levantando sus manos, con vistosas telas de color purpureo y gran sombrero episcopal, el obispo proclamaba ante el euforico gentio que podia proceder la purificacion de la infiel.
La mujer habia sido atada bocabajo y desnuda, sus rojizos y sucios cabellos caian por la pira que pronto arderia, su piel blanquecina mostraba el cuerpo de una muchacha de unos dieciseis años, sus rosados pezones erizados se posaban sobre dos pequeños y prietos pechos, como podia, la muchacha intentaba tapar sus verguenzas sin poder hacer nada. “Reniegas de Satanas y todos sus pecados?” Gritó el obispo mientras el gentio se callaba esperando la respuesta que nunca llegó. “Cuando llegues a las puertas del cielo en el purgatorio, tendras opcion de ser redimida, si aceptas a Dios y toda su sabiduria, podras pasar como cristiana, y tu muerte sera el paso al paraiso, sino, caeras en el infierno, en los calderos de azufre y escalde durante el resto de la eternidad!”
El obispo bajo sus brazos, y el fuego se elevo con fuerza entre los horribles gritos de dolor de la bruja, la gente reia y lanzaba cosas a la pira, gritaban palabras de ofensa para la infiel.
* * *
Los jovenes sirvientes llevaban a la gran mesa los variados manjares, alumbrados por las velas y las antorchas los comensales comian tranquilamente, cebando sus privilegiados y obesos cuerpos, el vino no falto en el generoso banquete. La sala, mostraba grandes pinturas y tapices, columnas revestidas en oro, todo rincon de Rosenoir mostraba la grandeza que su señor portaba.
“Hoy ha sido un gran dia para el Señor, esperemos que esa bruja se redima ante la mirada de Dios ahora que esta en su seno” comentó Monseñor Ricard con una sonrisa de satisfaccion, mientras sus gruesos dedos amarraban con fuerza un trozo de pavo ensuciando de salsa sus vistosos anillos de oro y piedras preciosas, bajo la atenta mirada de Lord Rosenoir, que invitandolo a comer se habia ganado otro trozo de cielo. “Enviaremos una misiva al vaticano, el camarlengo archivara el caso comunicandoselo al resto de la curia Romana” continuó el obispo con la boca repleta de pavo.
Tras una larga y copiosa comida, llegaron pues las frutas, higos y datiles de oriente, y algunas de las frutas mas dulces de occidente. “Hace semanas, llegue a un acuerdo con el vaticano, y nos enviaran algunos fondos para la construccion de una catedral para la region, espero como ya hablamos lord Rosenoir, que nos ceda sus terrenos para dicha estructura que denotara la magnificencia del cristianismo en estas tierras, y asi poder amedrentar a los infieles con su vision” espetó el obispo mientras pelaba unos datiles. “Por supuesto Monseñor Ricard, cualquier donacion es poca para la santa Iglesia.” respondio con cierto desasosiego el lord, no tenia muy claro si iba a recibir alguna recompensa ademas del perdon divino de sus pecados. “Por Dios milord, recuerde que es por el Señor, la santa Iglesia no es mas que la que difunde su mensaje y ejerce su voluntad. Me es grato escuchar su confirmacion, es sin duda un buen cristiano” dijo Monseñor aun peleando por pelar el dátil.
Desde la ventana, escondido en la sombra, unos ambarinos ojos observaban la escena con cierta ansia, sus presas parecian orondas y sanas, y ante el, aquel apuesto lord seria el candidato perfecto para ser su hermano.
* * *
La alta torre se elevaba sobre el pueblo, como signo de fe, una gran torre que acercaba a sus devotos al señor, y captaba las aterradas miradas de los infieles y paganos, sesenta años de construccion habia durado, no quedaba ningun hombre vivo desde que comenzaron el gran proyecto de aquella maravilla. Entre sus paredes, silenciosos monjes pululaban, no veian el sol, nadie los veia sino era al anochecer, cuando salian al patio exterior, quiza para hacer penitencia. La privacion del sol les habia dado blanquecinas pieles, vestian con ropa oscura tapados de cuerpo entero solo mostrando sus ojos, quien iba a pensar que aquellos monjes eran hijos del mismo diablo. En lo mas profundo de la torre, Asur miraba sonriente a sus hermanos, que poco a poco extendian el culto de su madre entre sus semejantes.
Unos sonoros pasos rompieron la armonia de la oscura estancia, Asur se giró para ver con sorpresa a su hermano que desde hacia tanto tiempo habia perdido de vista. Trylvano dejo caer su espada y su escudo, y con sus manos desnudas agarró el cuello de Asur. Aquella estructura era perfecta para infundir el miedo y la palabra de Lilith entre los humanos, y si alguien debia reinar en ella, era sin duda Trylvano.
“Oh hermano, me regocijo al verte aquí... pues no tendre que derramar la sangre de esos humanos para establecerme aquí. Has creado como prometiste un gran culto a la Diosa madre, y yo como prometi, aquí traigo a mi ejercito, ahora pues es momento de que yo tome el control en este lugar”
Temeroso a que una nueva e interminable guerra comenzara, Asur aceptó, y acogio alli a aquellos que se hacian llamar Trylvanos, y vió con envidia y rencor como su fuerte hermano se sentó en el que durante algun tiempo habia sido su trono. Asi fue como empezó el rencor y el silencio de Asur, que se extendio por todos sus hijos y hermanos, y poco a poco, fueron exiliados hasta los subterraneos de la torre, cerca de los dominios de Noraseth. Algun dia, la gran torre seria de nuevo suya.
* * *
Los rumores se extendian por el pueblo, el señor feudal ya no bajaba nunca, el hijo de Rosenoir se encerraba en aquella oscura fortaleza, quiza enfermo por la peste o tuberculosis. Sin duda algo ocurria en los oscuros salones del ostentoso lugar.
Una gran alfombra rojiza con bordados dorados cubria el amplio suelo del salon, un bello trono de las maderas mas exoticas, custodiado por dos oscuras y tenebrosas testas de fieros leones, en su base, unos mullidos cojines, revestidos con sedosas telas culminaban un asiento digno de ser una pieza unica de arte. Con aires de grandeza, Augury alimentaba a su mas viejo y potencial vasallo, Rosenoir. Todo lo que aquel poseia, era ahora del vampiro y sus numerosos hijos, que formaban toda una oscura y decadente corte.
Bajo una plateada luna, cuando en su mayor esplendor sus rayos argenteos acariciaron las pieles de los endemoniados seres, el baile comenzó, arropados por aquellos instrumentos de cuerda, se celebró al fin la llegada vampirica, el asentamiento final, desde donde se extenderian y aumentarian noche tras noche su gran familia.